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Espeleolatría en la Ciudad de México

Arqueología

El Conjunto Cavernario Cerro de la Estrella ofrece un caso excepcional en la articulación de dos disciplinas: la arqueología y la espeleología; aportando en este enlace propuestas trascendentes para el estudio del pasado y ofreciendo nuevas posibilidades de investigación. Al inicio de la exploración suponíamos medio centenar de espeluncas para toda el área que comprende el actual área natural protegida, conforme avanzamos, el número se incrementó en un 45%, y para la segunda temporada en el año 2001 registramos un total de 144 cuevas.

Los elementos arqueológicos más importantes asociados al conjunto cavernario son los petroglifos, muros y estucos. Entendemos que esto es así, porque son los únicos que han trascendido al saqueo y el deterioro. A los dos primeros se dedica un apartado más adelante.

Del último, los estucos, solo se han detectado en tres cuevas: C-026, C-106 y C-108. En C-026, son pocos los remanentes en las paredes, pero no es aventurado imaginar que gran parte de la caverna estuviera cubierta, es posible que sobre los estucos se realizaran pinturas murales con temas religiosos, como se aprecia en la cueva del Cerro de Ecatepec que es muy similar a C-026 en su temporalidad y conformación geológica. La caverna C-026, es reverenciada en la actualidad, como si heredara una tradición que la guarda de la basura, y cuando el grafiti se hace presente "algunos" la pintan para ocultar la agresión de los vándalos. Su orientación al flanco sur, con dominio en su tiempo del paisaje lacustre de Xochimilco, su manantial al interior, su proximidad a otras cavernas, a petroglifos y fisuras próximas que promueven manantiales la hacen una cavidad indicada para el uso ritual, pues el trabajo de estucado no era propio en la antigüedad para fines ornamentales de uso habitacional.

En la ladera este, a 2355 m/nm dos cuevas de escasas dimensiones, C-106 y C-108. En la primera alteraron su interior para ampliar y acondicionar el espacio subterráneo moldeando dos cámaras, una de ellas, al norte, con estucos lastimosamente estropeados tanto en las paredes como en el piso.

Los estucos estropeados por grafiti en C-106.

Los estucos estropeados por grafiti en C-106.

El muro que las divide apenas se alza a no más de 50 cm, destaca su orientación al este, lo que en un momento nos situó frente a un posible manejo astronómico por su orientación y dominio del paisaje. Treinta y cinco metros al norte de C-106, C-108. Esta es una cueva con una sola una cámara, que en su pared este tiene un nicho estucado.

Al interior de C-108, un nicho aún conserva su estuco

Al interior de C-108, un nicho aún conserva su estuco (foto de Daniel Hernández).

Lamentablemente el deterioro ha dejado poco que estudiar, aquí el grafiti no es el agente destructor porque siempre está oculta por la vegetación. Es posible que los estucos correspondan a diferentes épocas, pues entre los fragmentos encontrados por todo el piso apreciamos diferentes texturas y colores. Entre estas dos cuevas, en la parte alta encontramos un par de muros que suponemos de contención; por el flanco sur corre un cuerpo de agua que corresponde al afluente central de la Barranca Moctezuma, aunado a un grupo de veintidós cavidades. Los atributos anteriores obligan a presumir la presencia ritual en ambas cuevas.

La importancia ritual de la cueva en la sociedad mesoamericana presenta elementos de carácter ideológico con los cuales se reviste una visión intermediaria entre el hombre y la naturaleza a partir de lo sobrenatural, incidiendo por medio del aparato religioso en la capacidad de reproducción. En otras palabras, las cuevas funcionaron como centro ritual, en ellas, se buscaba garantizar las condiciones óptimas para la reproducción de la sociedad.

El auge ritual de toda la zona se inicia durante el Clásico, puede ser anterior. Pero al momento sin el trabajo de excavación las únicas evidencias son los petroglifos tipo "Muesca Teotihuacana", típica manifestación de ese período y cultura (Matthew Wallrath, 1998, comunicación oral, qepd) que encontramos siempre próximos a los grupos cavernarios. La presencia ritual prehispánica en la caverna está determinada por la fuerza de la religión y la sociedad complejamente organizada y delimitada a partir de un proceso ideológico que comprende una tradición histórica emanada desde el Preclásico 1,400 a.C. con los primeros bosquejos de las deidades acuáticas representadas en cavernas olmecas, continuando en el Clásico Teotihuacano de 0 a 800 d.C. donde toman forma las representaciones del antecesor de Tláloc, el Tlalocan y la importancia de las montañas y cavernas, para continuar durante el Posclásico de 900 a 1521 d.C. y aún con vestigios durante la Colonia y la actualidad.

Muros y terrazas

En tres flancos del cerro se detectaron muros que permiten la formación de terrazas, suponemos que estas estructuras arquitectónicas fueron diseñadas con el objetivo de detener la erosión. El primer muro (Muro-01) hallado fue en la vertiente sudoeste por debajo de la cueva C-028, en una ladera de mediana pendiente, no se hicieron medidas ya que es necesario chapear todo el terreno. Dos muros más (Muro-03 y Muro-04) y una terraza fueron encontrados en la Barranca Moctezuma, se trata de los muros ya mencionados entre las cuevas estucadas C-106 y C-108. Uno de los muros de contención es interesante por su altura superior a los 2 m, su desarrollo perceptible bien alcanza los 12 m de longitud. Se ubica sobre un terreno de acentuado declive.

Aspecto del Muro 03, del grupo VII Moctezuma Bajo, en la ladera NE.

Aspecto del Muro 03, del grupo VII Moctezuma Bajo, en la ladera NE.

En la ladera norte son varias las terrazas, pero el terreno no es muy declive, su ubicación al somonte bien las hace parecer terrazas de cultivo, se encontró un muro al que registramos como Muro-02. Para todos los casos no se detecto ningún consolidante, apreciamos un trabajo un tanto burdo con rocas medianamente trabajadas por lo que no es posible al momento determinar su antigüedad.

El registro espeleoarqueológico

Marcamos once áreas donde la congregación de formaciones subterráneas es mayor, y donde la presencia de restos arqueológicos asociados es más representativo.

Registro Espeleoarqueológico del Cerro de la Estrella.

I. Grupo de las Iglesias

Comprende dos cuevas al interior de iglesias católicas, se trata del Santuario de Nuestro Señor de la Cuevita y la Iglesia de Nuestra Señora de Lourdes.

La espeleolatría en la Ciudad de México no ha quedado en el pasado, es una devoción que aún se vive en Iztapalapa. Las cuevas permanecen como lugar de culto. Así lo demuestra la moderna iglesia de Nuestra Señora de Lourdes construida sobre una cueva para una colonia proletaria donde la adecuación se hace eficiente. Pero donde más sorprende es en la iglesia de Nuestro Señor de la Cuevita donde el fervor indígena a una cueva es sustituido por un santuario virreinal. La supervivencia del paganismo al lado del catolicismo. La devoción indígena se encuentra en confusión, en una mala inteligencia que la aleja de la ortodoxia y del dogma, en un continuo proceso donde la escasa noción que se tiene de Dios obedece a un inadecuado desarrollo de la evangelización, que conduce a interpretaciones equivocadas del santoral y del ritual. Persuadidos los indios por la nueva fe, ya por fuerza, o por convicción, los cultos de antaño se mantuvieron en una táctica de sustitución, donde el fervor al santuario desde el pasado y hasta el presente, es su apoteosis. Al final de cuentas, el culto a Nuestro Señor de la Cuevita incorpora cultos de reemplazo donde la conmemoración no se interrumpe, solo se transforma, en la búsqueda, en la intención que eleva al hombre espiritualmente. Definitivamente, esos indios, hoy la mayoría mestizos del espacio urbano, en su paganismo al lado del catolicismo son la evidencia de la batalla nunca ganada por la evangelización.

II. Grupo de las Septentrional

Al somonte de la ladera norte del Cerro de la Estrella. En este espacio se escenifica la crucifixión de Cristo durante la Semana Santa. No se realizó la prospección de las espeluncas pues la mayoría se encuentran azolvadas por basura y cascajo, y las restantes están habitadas por indigentes y drogadictos. Destaca del conjunto una gran formación que tiene su desarrollo por debajo de la calzada Ermita Iztapalapa C-141, informantes locales la describen de grandes dimensiones y profundo desarrollo. La relación arqueológica más representativa es la proximidad de las cuevas con los núcleos habitacionales de tradición teotihuacana y un conjunto de petroglifos (PT-06) muy alterados y apenas perceptibles.

III. Grupo del Museo

Casi por debajo del moderno edificio que alberga al Museo Fuego Nuevo tenemos la cueva C-077 que antaño contaba con un manantial y donde aún es perceptible un muro del que no hemos determinado temporalidad, quince metros al norte uno de los más estéticos grupos de petroglifos de todo el cerro. Por debajo de este grupo la trayectoria de una cueva azolvada (C-079). Por arriba de C-077 también detectamos petroglifos con motivos lineales y geométricos. La relación cueva-petroglifo permite entender que estos petroglifos nos transmiten un mensaje que se puede interpretar como la delimitación de un espacio ritual subterráneo con respecto a otro secular epigeo; para tal motivo se utilizaron motivos religiosos, geométricos, abstractos, zoomorfos, y fantásticos como es recurrente en todo el Cerro de la Estrella.

La cueva como vivienda es un tema obligado de la espeleoarqueología. En el Cerro de la Estrella es poco probable que durante su momento de apogeo ritual desde el Preclásico y hasta el Posclásico las cuevas fueran habitación. Pero remontándonos a comunidades anteriores, inclusive para las fases preagrícolas es probable el uso residencial. Las condiciones ambientales eran propicias en esa península lacustre, rica en flora y fauna para la caza y recolección. Las cuevas señaladas para este uso se encuentran al somonte, próximas a cuerpos de agua como afluentes y manantiales. Consideremos la "Cueva del Cuervo" (C-080) al Este del museo en un cauce, sobre la suave pendiente de la ladera norte, próxima a la orilla del lago.

Grupo de petroglifos PT-02 Grupo de petroglifos PT-02

Grupo de petroglifos PT-02. Destacan los motivos acuáticos como ranas y efigies de Tláloc.

IV. Grupo Nordeste

En las paredes de esta cañada al mesomonte y somonte se distribuyen diferentes oquedades, solo tres de ellas destacan por su tamaño. En la mayor una claraboya nos hace suponer una alteración antrópica, como sucede en la mayoría de las cuevas, lo que para James Brady (comunicación oral, 1999) es un hecho a destacar para investigaciones posteriores. No obstante, durante la prospección de 2001, no detectamos material arqueológico de superficie significativo. Además encontramos que el acceso a la cima por este flanco es escarpado. Por lo tanto no consideramos a este grupo de relevancia arqueológica.

V. Grupo de la Cima

En la cima del Cerro de la Estrella se construyó un templo-pirámide de tres estructuras predispuesto por los mexicas para la ceremonia del Fuego Nuevo en el año de 1507 d. C. Esta construcción comprende etapas anteriores que lo remontan al Preclásico. Al norte del templo cuevas originadas por el derrumbe, al oeste y sur entre los afloramientos de roca las cuevas más importantes de este grupo. Respecto a los petroglifos los encontramos entre el material de construcción del templo y en el extremo distal al oeste de la plataforma que conforma la cima. La articulación de la cueva y la pirámide en un espacio tan reducido comprende el enlace de estructuras sacralizadas en una sobreposición que permite generar un axis mundi de fuerzas místicas impresionantes producto de la adhesión de las regiones cósmicas: el inframundo es la cueva; el plano terrestre es el cerro; y el plano celeste es el templo-pirámide de la cúspide.

Las cuevas C-001 (superior) y C-002 (inferior) del Grupo V de la Cima.

Las cuevas C-001 (superior) y C-002 (inferior) del Grupo V de la Cima.

VI. Grupo Moctezuma Alto

La barranca Moctezuma es el terreno más agreste del cerro, y también uno de los espacios más interesantes y alterados culturalmente. Destaca la cantidad de cuevas a lo largo y ancho del drenaje. En la porción superior de la barranca la "Cueva del Oso" C-131 asemeja un útero. Esto es significativo porque en los mitos y ritos de nacimiento prehispánicos, la caverna es el arquetipo de la oquedad creadora que es la matriz de la naturaleza humana y divina personificada en Chicomoztoc. En esta abstracción entendemos la incertidumbre de la comunidad por explicarse lo que le antecede, y este antecedente está en el útero de la Madre Tierra como un conducto de tránsito entre el tiempo sagrado y el tiempo humano. La caverna es el arquetipo de la matriz como la materialización del regressus ad uterum.

Cueva del Oso (C-131) (foto de James Brady, 1999).

Cueva del Oso (C-131) (foto de James Brady, 1999).

Sobre la misma cota altitudinal, pero en la vertiente norte la "Cueva del Embudo" C-094 presenta el mayor tiro vertical detectado al momento, no encontramos material arqueológico de superficie, posiblemente por la desmesurada alteración que seudo excursionistas han hecho de la oquedad.

Planta y corte de la Cueva del Embudo (C-094).

Planta y corte de la Cueva del Embudo (C-094).

VII. Grupo Moctezuma Bajo

Por debajo de las anteriores espeluncas, en un terreno de acentuado declive apreciamos muros de contención que permiten la formación de terrazas artificiales, su altura superior a 2 m en algunos tramos y desarrollo de al menos 12 m muestran una considerable alteración de la pendiente. La magnitud de la obra sobre la pronunciada pendiente nos hace descartar el uso habitacional o agrícola de las mismas, opinamos que fueron construidas para prevenir la erosión y resguardar las cuevas como recintos rituales. Próximo al muro localizamos la cueva más acabada por manos indígenas de todo el cerro, fue modelada para enfatizar dos cámaras endógenas que en su momento estuvieron estucadas, por cierto hoy lastimosamente estropeadas. Ya apuntamos en páginas anteriores que el muro central está orientado exactamente a 90º Z lo que invita a una investigación detenida de la oquedad.

La cueva C-106 muestra sus estucos lastimosamente alterados por el grafiti

La cueva C-106 muestra sus estucos lastimosamente alterados por el grafiti, al centro destaca un muro.

VIII. Grupo Ritual

Al sur del templo-pirámide una amplia plataforma natural que se desborda abruptamente en un cantil con 36 oquedades, presenta suficientes evidencias litúrgicas como para definir al conjunto como ritual. La cueva más importante es C-026, que con sus trayectos estucados en antaño, su extraña limpieza única en todo el cerro, sus amplias dimensiones iluminadas, y sus detallados cuidados como la cubierta de pintura que la cubre del grotesco grafiti demuestra que hay personas devotas dedicadas a su cuidado. Destaca también su orientación al flanco sur, con dominio en su tiempo del paisaje lacustre de Xochimilco, su manantial al interior, su proximidad a otras cuevas con manantial como C-017, sus muros de contención aledaños y los petroglifos de los grupos PT-03, PT-08, PT-09 y PT-03 donde se enfatiza un circulo solar contiguo a un numeral aislado entre un par de escalinatas labradas en la roca que conducen a la plataforma superior.

La cueva C-012 como ya se ha comentado promete una interesante posibilidad para estudios arqueoastronómicos, ya que la cueva se ilumina a través de una apertura en el techo durante los días próximos al solsticio de invierno, un petroglifo de líneas paralelas orientadas al norte y perpendiculares destaca sobre una laja inclinada que es bañada por los rayos del Sol. Es posible que estemos frente a un reloj solar que permitía ajustar el calendario. Recordemos que el Cerro de la Estrella fue utilizado por los mexicas para la ceremonia del Fuego Nuevo, la festividad calendárica más importante de ese entonces.

A la izquierda planta 'A-B' de la Cueva del Diablo

A la izquierda planta, en la derecha corte "A-B" de la Cueva del Diablo, C-011.

La cueva más grande del conjunto y sin duda la más célebre de todo el cerro es la "Cueva del Diablo". Las leyendas narran su extraordinaria extensión y sus cualidades místicas, pero cuando la exploramos percibimos sus estrechas dimensiones, tal vez era más grande, pero hoy está azolvada. Al fondo encontramos restos de brujería de sierra bastante recientes, reminiscencia de su importancia ritual de antaño.

IX. Grupo Suroeste

Un grupo de 4 cuevas, bien identificadas todas ellas a los lados de una cañada de moderada inclinación y drenaje. Se trata de cavidades laterales, ampliadas por la erosión, en todas ellas se encontró suficiente material cerámico en superficie para llamar nuestra atención. Es probable que la cañada fuera uno de los accesos rituales a la cima, siendo dedicadas sus cuevas para depositar ofrendas. No proponemos un uso ritual porque se trata de abrigos rocosos no aptos para la estancia humana.

X. Grupo El Mirador

Por debajo de un moderno mirador emplazado en la ladera oeste destaca un importante grupo cavernario. En su extremo norte cuevas deterioradas y sucias por los desperdicios de los habituales visitantes de fin de semana, no hay mayor evidencia arqueológica que fragmentos de cerámica diseminados por la ladera; al sur, un conjunto de petroglifos delimitan el espacio hipogeo de la cueva C-065, destacan los orificios hechos en la roca como recipientes rituales de agua de lluvia, los xicalli, se presentan también algunos más recientes elaborados en cemento, sin duda un culto de propiciación acuática que prevalece unido a los reducidos terrenos colindantes dedicados a la agricultura.

XI. Grupo Meridional

En la ladera sur, un par petroglifos marcan la entrada de la cueva C-069 en los límites de la zona urbana, lamentablemente hoy azolvada por la basura se encuentra secuestrada por propietarios apócrifos que nos impiden su estudio. El petroglifo principal (PT-11) marca una fecha al estilo de Xochicalco, aledaña a esa cavidad otras cuevas presentan amplios salones de más de 20 m de extensión en donde se puede morar cómodamente por su adecuada ventilación e iluminación. En el espacio epigeo, amplios terrenos planos para desarrollar las actividades cotidianas y agrícolas bajo condiciones favorables de irrigación. Aún en la actualidad observamos actividades agrícolas.

Conclusiones Arqueológicas

Técnicamente la exploración subterránea del Cerro de la Estrella hoy en día no ofrece mayores complicaciones, sorprende entonces su abandono de toda investigación sistemática. También sorprende la apatía de la comunidad por dejar las cuevas, estucos y petroglifos a la suerte de los vándalos, el graffiti, la basura, y el saqueo.

La ocupación habitacional puede ser muy antigua, remontándonos posiblemente a sociedades preagrícolas, de ello aún no tenemos evidencia arqueológica. Pero del uso ritual si tenemos la certeza de que al menos desde el Preclásico fue objeto de culto en esa cima, para el Clásico se construyeron nuevas etapas en el templo-pirámide, los petroglifos tipo "Muesca Teotihuacana" hacen manifiesta su importancia que se mantiene hasta el Posclásico con los mexicas que llegaron a ofrendar cerámica proveniente de Guatemala y conchas marinas Pelecipodos Spondilus en su templo. Pero las solemnidades en estas laderas perduran hasta nuestros días en el santuario de Nuestro Señor de la Cuevita y con cultos ajenos al dogma católico con ofrendas de flores, veladoras y ritos en sus cuevas.

La relevancia ritual del Cerro de la Estrella tanto en la antigüedad como en la actualidad responde al dominio del paisaje, su ubicación, y sus características ambientales. Así parece, porque los mexicas lo seleccionaron para celebrar el Fuego Nuevo del año 2 Caña (1507 d. C.). Consideremos que esta trascendental fiesta de cada 52 años con la que se delimitaba un siglo indígena llegaba a su máximo punto de exaltación al observar el paso cenital de las constelaciones Mamalhuaztli (compuesta por algunas estrellas de lo que hoy denominamos Constelación de Orión) y Tianquiztli (las Pléyades) sobre sus cabezas en fechas próximas al solsticio de invierno.

Constelación Mamalhuaztli Constelación Tianquiztli

Izquierda, constelación Mamalhuaztli, derecha constelación Tianquiztli ambas en el Códice Matritense.

Pero este suceso podía ser admirado sin perturbación desde cualquier otro lugar de la cuenca de México, no era exclusivo de este sitio. Esto nos lleva a buscar las cualidades que veían esos hombres en el Cerro de la Estrella, y que propongo se explica por las abundantes y admirables cuevas adosadas al cerro como en ninguna otro parte de la cuenca. En este sentido, pensemos también en el templo-pirámide de la cima, que aún con sus múltiples fases constructivas no es un gran monumento en términos arquitectónicos. Esto sucede así, porque el gran monumento es el mismo cerro como la montaña deificada por sus cuevas, las cuales determinaron el lugar sagrado, el axis mundi, el punto de origen calendárico y por lo tanto de la vida como lo fue Chicomoztoc en algo que he dado en llamar espeleolatría. El Cerro de la Estrella es el arquetipo de Chicomoztoc, el lugar donde ese mito se lleva al rito. Desde este centro del universo religioso era posible admirar el movimiento aparente del Sol a través del horizonte, las fechas eran precisadas por la geografía del relieve perceptible durante el amanecer y la puesta del Sol. El espacio sagrado era el cerro que junto con sus cuevas, manantiales, y el paisaje hacían de todo una misma cosa: la articulación del cosmos.

Chicomoztoc, 'El lugar de las siete cuevas'

Chicomoztoc, "El lugar de las siete cuevas" según el Códice Atlas Durán.

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